David come los panes

El mismo Señor Jesús refirió a este capitulo cuando los fariseos le acusaban de quebrar el día de sábado Marcos 2:25  “Y él les dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él estaban: Cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiathar (otro nombre de Ahimelech) sumo pontífice, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino á los sacerdotes, y aun dió á los que con él estaban?”  Este dicho es una condenación a los que quieren seguir reglas y mandamientos.  ¿Era de Dios mantener la regla acerca de los panes de proposición, y dejar ir hambriento su rey ungido?  Seguro que no era, porque de otro modo el Señor Jesús no hubiera usado este ejemplo.  Además el Señor estaba mostrando que el cristianismo era una cosa nueva, sobre el cual el sábado no tenía ya señorío.  “También les dijo: El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado.”  El hombre en su legalismo corrompe toda cosa de Dios.

Para entender lo que hizo David cuando tuvo necesidad y entró en la casa de Dios hay que viajar al Antiguo Testamento y leer los capítulos 21  y 22 del primer Libro de Samuel.  Después que David derrotó a Goliat Dios le dio gracia al joven delante del pueblo, hecho que incitó la envidia de parte del rey Saúl.  Luego de una serie de amenazas e intentos de asesinato de parte de Saúl, David entendió que no le quedaba otro recurso que huir del rey, a pesar de que Jonathan, hijo de Saúl, le había asegurado su amistad.

En su escape David corrió hacia el pueblo de Nob donde vivían los sacerdotes, y donde se encontraba el tabernáculo instrumento principal del culto y la adoración israelita.  Durante tres días David anduvo huyendo errante sin descanso y sin alimentos.  Para este tiempo David tenía veinte años.  Aquí se inició el exilio de David.

David dejó atrás a su familia en Belén, a su esposa Mical y a su amigo Jonathan en Gilgal.  David bajó sólo, únicamente con la ropa que tenía encima.  Ni siquiera pudo tomar sus armas.  Al agotamiento físico  de correr sin comer ni dormir, se unía el acoso emocional de la preocupación, el temor y la incertidumbre.

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